Por: Sonia Marroquin Rojas
El vínculo afectivo (apego), factor fundamental que influye en el desarrollo del adolescente y su maduración psicoafectiva es una pieza clave en la prevención de los problemas de comportamiento y la violencia en la adolescencia.
El cambio de carácter de los adolecentes es constante, la desesperación y la ansiedad por hacer las cosas a su manera no les permite ver las cosas claras. El tener un acercamiento genuino hacia los adolecentes es necesario para que ellos se sientan en confianza.
El día a día del adolescente actual es una realidad compleja y llena de dificultades. Los adolescentes necesitan referentes adultos que les sirvan de modelo y les pongan límites, siempre partiendo de un vínculo afectivo (apego) seguro. Los padres y los profesores se enfrentan a la educación de los adolescentes “con dudas sobre cómo contribuir adecuadamente al proceso de crecimiento, desde qué roles, desde qué modelos de autoridad; y se angustian frente a las situaciones cotidianas vividas con peso y agobio. Por ello, se necesitan profesionales que orienten y sirvan de apoyo a este colectivo hasta la mayoría de edad.
En la actualidad entre los estudiantes o amigos existe mucho el “Bullying” causándoles a los adolecentes inseguridades, frustraciones y muchas veces decepción ante la vida. Es importante que entre los padres e hijos haya un vínculo afectivo de confianza, para que ellos puedan expresar sus sentimientos ante las diferentes situaciones.
Aunque los adolescentes no siempre están seguros de lo correcto, se dan cuenta enseguida cuando algo está mal. La gran diferencia con respecto a los niños es que tienden menos a aceptar las condiciones actuales porque “así son las cosas”. En su lugar, tienen capacidad de crítica, ya que pueden imaginar cómo podrían ser las cosas en un mundo donde la justicia fuese real, la gente fuera siempre sincera y el carácter sagrado de la vida humana se pudiera reconocer de verdad.
Desde el punto de vista psicológico, los niños alcanzan un estadio del desarrollo cognitivo denominado “formal-operacional” hacia los doce años, en el que el adolescente comienza a pensar en abstracto, a entender el concepto causa- efecto, a considerar factores múltiples, a establecer hipótesis y a prever las consecuencias futuras de sus actos. Diversos estudios indican que los jóvenes en la adolescencia media (14-17 años) no presentan diferencias cualitativas y cuantitativas significativas en sus habilidades cognitivas respecto de los adultos, lo que implicaría su madurez para consentir.
La valoración de la capacidad para otorgar consentimiento o de la madurez psicológica del adolescente para la toma de decisiones sobre su vida, no puede basarse sólo en la inteligencia y la voluntad (entender y querer); debe abarcar, además, la vida afectiva de la persona, la esfera de los sentimientos, pues dos sujetos en igual estadio de desarrollo cognitivo pero con diferente grado de madurez afectiva, no elegirán igual.
Durante el crecimiento, normalmente ocurren cambios en el volumen de las estructuras cerebrales implicadas en la experiencia emocional, el aprendizaje y la memoria. Esto ha conducido al descubrimiento de que estos cambios difieren entre hombres y mujeres durante la pubertad. Estos resultados pueden tener una gran relevancia en la alta incidencia de la depresión que se da en las mujeres durante la adolescencia, y que se puede manifestar como prosmicuidad sexual.
La depresión que surge entre los adolecentes es importante monitorearla, ya que por los diferentes cambios hormonales que sufren estos adolecentes nos les permite ver las cosas claras y pueden tomar decisiones erróneas.
Un mejor entendimiento de las regiones del cerebro que están aún madurando durante la adolescencia, como la corteza prefrontal, puede ayudar a explicar por qué los adolescentes son más propensos a conductas peligrosas como el abuso de alcohol y otras drogas, que limitan sus habilidades cognitivas para consentir relaciones sexuales.
Fuente: Salud7 / DeGuate.com
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